Hace más de dos meses que no escribía nada en el blog. Lo puedo atribuir a muchas razones:
Tal vez al espíritu decembrino y que me dejé llevar por la idea de descansar todo el maratón Guadalupe - Reyes, tal vez por la resaca que produce enero o a el que estuve muy pendiente de la información económica y la envestidura de Obama. Ya que una cosa es ser candidato, otra recibir la confirmación y finalmente ser el presidente (recordemos a Colosio, John F Kennedy y otros magnicidios). En fin que para no aburrirlos, estoy de vuelta…
Listo para escribir por que la musa de la creación literaria está visitándome nuevamente, hace que me escuezan las manos y solo se calman escribiendo en la máquina.
Esta entrada se llama el escritor y el torero porque sigo sobre la línea de comparar el oficio de escritor con otros, he encontrado al igual que en el ensayo anterior “el escritor y el maratonista” muchas similitudes entre el noble oficio de un torero y un escritor.
Yo no sé si ustedes vieron la corrida de toros de el pasado 08 de Febrero de 2009 en el 63 aniversario de plaza México.A pesar de lo que opinan los protectores de los animales abogando por los toros (y que irónicamente siguen comiendo hamburguesas), ver una buena faena es un evento único en el tiempo; Se debe apreciar que tienen que coincidir tres elementos muy escasos en el mundo: el arte del torero, la disposición del toro y que ambos se sublimen. Cuando esto sucede, se funden los tres a fuego lento hasta lograr engarzar en una joya de la tauromaquia que perdurará para siempre. Es una obra de arte hecha en vivo, con el temple de hacerlo frente a miles de espectadores. Es en pocas palabras: infalsificable, singular, finita e inigualable.
Y no porque ahora escriba ya me ha brotado lo “exquisito” y pretenda granjearme un buen comentario como artista elogiando a los toreros. No, definitivamente mi gusto por el toreo viene de más atrás y creo saber de dónde me salió lo entusiasta de la fiesta brava.
Resulta que viene de dos fuentes identificadas: Una es mi difunto Tío Vicente Becerra, que dentro de ocho hermanos nacidos en Chihuahua y de los tres que emigraron a la capital, era el único que esperaba ansiosamente cada domingo para asistir a la plaza de toros; me cuenta mi padre que era tanta su afición y conocimiento de la plaza que tenía un lugar favorito y explico por qué: Dentro de la plaza hay dos zonas, la de sol y la de sombra. Claro está que la de sombra es más cara en el precio del boleto y se considera de lujo, pues bien, él compraba boletos baratos de la zona de sol y se sentaba en una zona que ya conocía. Tenía estudiado el transcurso del astro rey por la tarde, de manera que a las pocas horas de haber entrado, el humilde boleto de sol se convertía en un palco cómodo, compartiendo la misma sombra que los pudientes pagaban por adelantado en la taquilla.
En cambio muchos que habían pagado la sombra eran descobijados de la misma según pasaba la tarde. Creo que esa es la novatada que les hacen pasar los conocedores de las corridas a los que llegan por primera vez… ya después aprenderán que por eso todos los gachupines asisten a los toros con boina, ¡pues es para que no se les cueza el cerebro con los rayos del sol!.
Y la segunda es mi madre, que recién confesó después de muchos años que ella no creció en la generación del cómic y los súper héroes, ella admiraba a un ser humano de carne y hueso. Su superhéroe era Eloy Cabazos y lo seguía fervientemente desde que era un joven novillero (Dice que enamorada… cosa que me explico solamente porque he visto adolescentes suspirar por el Juli de estas épocas). Entonces ella me confesó un día: “Si no me hubiera casado con tu padre, seguro habría sido mamá soltera y tú tendrías sangre torera corriendo por las venas ¡Ay mi eloyito!” ¡JA, JA! Me reía… al principio lo pensé una vacilada, pero al ver el suspiro tan prolongado me recorrió un escalofrío, intuí entonces que el comentario iba en serio.
Y la segunda es mi madre, que recién confesó después de muchos años que ella no creció en la generación del cómic y los súper héroes, ella admiraba a un ser humano de carne y hueso. Su superhéroe era Eloy Cabazos y lo seguía fervientemente desde que era un joven novillero (Dice que enamorada… cosa que me explico solamente porque he visto adolescentes suspirar por el Juli de estas épocas). Entonces ella me confesó un día: “Si no me hubiera casado con tu padre, seguro habría sido mamá soltera y tú tendrías sangre torera corriendo por las venas ¡Ay mi eloyito!” ¡JA, JA! Me reía… al principio lo pensé una vacilada, pero al ver el suspiro tan prolongado me recorrió un escalofrío, intuí entonces que el comentario iba en serio.
Por lo general, la experiencia de mis pocos años siguiendo el toreo me indica que la corrida de aniversario, la mayoría de las veces, termina siendo un asco. Se espera mucho tiempo, se trae a los mejores toreros del momento, los ganaderos se muerden las uñas y rezan para que salgan buenos sus toros, la plaza está llena de gente expectante… y sucede que no cuaja la tarde.
Pero esta vez sucedió el milagro.
Un joven matador: Arturo Macías “El cejas” salió al quite sin miedo después que un consagrado diestro español Enrique Ponce le pusiera la muestra cortando el rabo número 121 en la historia de la plaza con su primer desafío (El segundo toro de la tarde) ¡Y logró igualarle! en una controvertida decisión del juez de plaza al otorgarle un rabo también, el 122 en 63 años de historia del coso de Insurgentes.
Es un enorme gozo ver a un torero que no se achica ante la adversidad, que logra crecer de humilde matador a gigante con unos minutos sobre el ruedo. Pero es mucho mejor aún ver a este joven matador ponerse al tú por tú con un maestro, repartiendo cátedra a los tendidos expectantes de cada pase y remate con su entrega desmedida, lo que compensa la falta de experiencia que adorna al ídolo.
Dedico estas líneas a ambos matadores porque hoy lunes (un día después) he visto en el noticiero de la mañana la entrevista de Macías en TV y me empujó a escribir lo siguiente que dijo:
“Es que llegó un momento en que ya no tenía cuerpo”
“Es que llegó un momento en que ya no tenía cuerpo”
Definitivamente este muchacho es un artista; ¡mira que pincelada de frase! o la otra que mencionó: “Es que se siente miedo en el ruedo… quince días antes torear mano a mano con un grande y esta vez con otro. Salí a dar la cara por México y más que nada por mí”
Su comentario me gustó por honesto y franco. Mil veces prefiero esta parquedad que las estupideces y promesas que hacen los futbolistas de nuestra selección nacional. Es más... ¡ni debería de compararlos!
Lo que dijo este muchacho es verdad… Lo hizo para él mismo. Para nadie más. Ni siquiera tu Madre sale a defenderte cuando enfrentas al destino y eso es lo que vi en esta corrida: una cita con el destino, este torero, al igual que el maestro Enrique Ponce grabaron ya su nombre con letras doradas en la memoria de cada uno de los que asistieron a la plaza o los que lo vimos gracias a la maravilla moderna llamada TV. Nadie borrará de mi mente ese par de péndulos que le clavó al toro o los pases por alto con que abrió la corrida. El temple con el que manejó un par de soles haciendo que la bestia siguiera el compás de su muleta a cada uno de los 360 grados de la circunferencia.
Lo que dijo este muchacho es verdad… Lo hizo para él mismo. Para nadie más. Ni siquiera tu Madre sale a defenderte cuando enfrentas al destino y eso es lo que vi en esta corrida: una cita con el destino, este torero, al igual que el maestro Enrique Ponce grabaron ya su nombre con letras doradas en la memoria de cada uno de los que asistieron a la plaza o los que lo vimos gracias a la maravilla moderna llamada TV. Nadie borrará de mi mente ese par de péndulos que le clavó al toro o los pases por alto con que abrió la corrida. El temple con el que manejó un par de soles haciendo que la bestia siguiera el compás de su muleta a cada uno de los 360 grados de la circunferencia.
Y he dejado lo mejor para el final; Hablar del maestro que puso muy en alto la vara con su primer toro. Enrique Ponce y el video que lo confirma:
http://www.youtube.com/watch?v=iyJNYtjA2RU
De ninguna manera trataré de narrar la faena de Ponce; solo “El joven Murrieta” es digno de hacerlo… Lo que destaco de la misma es un par de soles que hizo iniciando el segundo tercio y posteriormente, al discurrir la faena, logro desquiciar de alegría a la máxima plaza de México.
Dobló la rodilla dándole la espalda al toro hipnotizándolo y le hizo tragar un par de redondos de ensueño culminando el último de más de 360 grados, casi llegando a las dos vueltas. Suerte más que difícil, casi imposible de hacer aún para un consagrado como él.
Y después de toda ésta disertación del toreo comenzarán a preguntarse ¿qué tiene que ver el toreo con el escritor?
Es muy simple queridos amigos… Para el escritor llega un momento de paroxismo igual que el del matador cuando “ya no se tiene cuerpo”, en este caso… las manos y es cuando se sueltan las palabras de manera continua, narrando una historia sincera y honesta que fluye de la mente a la pluma sin distracción, sin ningún engaño, tal como brota el arte del torero en su muleta.
El lector es; con todo respeto, el Toro de esta analogía.
Un torero sale al ruedo a recibir el toro, tal como el escritor al presentar ante su mirada la primera cuartilla.
Un torero con experiencia sale a recibir de hinojos, las corridas anteriores lo han hecho más osado, más temerario y se nota desde el primer capotazo. Al igual, un escritor ya consagrado se destaca desde la primera cuartilla y captura la atención del lector como aquél torero que capta la expectación de la audiencia al quebrar hacia el lado contrario de donde se dirige la bestia en este pase tan formidable de inicio de corrida.
Es entonces cuando comienza el romance entre toro y torero, es cuando comienza el embelesamiento entre lector y escritor.
El torero hace sus pases con el capote lentamente en el primer tercio, cansa a un toro fresco y bravo que se avienta al frente sin ningún reparo. El lector cuenta con el mismo ímpetu, comienza a devorar las primeras cuartillas sin ningún problema.
Es entonces cuando comienza el romance entre toro y torero, es cuando comienza el embelesamiento entre lector y escritor.
El torero hace sus pases con el capote lentamente en el primer tercio, cansa a un toro fresco y bravo que se avienta al frente sin ningún reparo. El lector cuenta con el mismo ímpetu, comienza a devorar las primeras cuartillas sin ningún problema.
Lo pesado es mantener la atención del lector, es cuando ya comienza a dejar de ser interesante el capote y cualquier sonido puede distraer al toro de seguir la corrida, por lo que se procede a cambiar de tercio en la arena o cambiar de ritmo en la escritura.
Así, el escritor tiene que mostrar coquetamente el devenir de la historia y llevar al lector con la misma cadencia y suavidad a través de la lectura que como lo hace el torero. Invitarle a que siga cada pase, pegarle los tres muletazos de rigor y sacarlo con un pase de pecho, fascinarlo con breves relatos hilados tejiendo la historia. Llevarlo pegado a la muleta en redondo siguiendo la narración, hasta que, para hacer memorable el encuentro, le clave un par de péndulos inesperados que lo hagan reaccionar y salir de la rutina que cansa y empalaga en la lectura. Es acomodar las cosas a modo que el lector siga hipnotizado sin darse cuenta de la cantidad de cuartillas que ávidamente asimila, es adecuar las palabras para que no se distraiga, para que no abandone, para que no se rompa este mágico encantamiento: el suave hechizo de la literatura sobre escritor y lector.
Y después de hacer que el toro entregue su fuerza en el ruedo, llega el tercer tercio, es el momento de finalizar con un solo movimiento de espada una corrida tan maravillosa.
Se sabe bien que después de hacer una gran faena no se debe fallar en la suerte máxima, hay que clavar la espada de un solo golpe en el lugar exacto, en el momento preciso, desde la punta hasta la empuñadura.
El escritor tiene que llegar al final de la obra y concluir la historia sin sobra de palabras, en una sola cuartilla, que toda esa expectación que generó durante la lectura se vea bien compensada por un final sorprendente que deje estupefacto al lector, así como el toro se sorprende que lo alcance la muerte en el ruedo y sin darse cuenta.
Si logra esto un escritor, el público inmediatamente pide rabo y orejas para el hábil esgrimista de la pluma y puede salir en hombros, equivalente a ganar un premio, logrando quedar satisfecho consigo mismo.
Se habrá concretado el anhelo de destacar sobre la mediocridad por medio de la escritura, su nombre no será olvidado y se grabará en la memoria de cada uno de los que lo lean y eso amigos míos... es una cita con el destino, la que escritor y torero anhelan con vehemencia, es pues la razón por la que son creados.
Ambos se consagran al ejercer su arte cada vez que se puede, cada vez que hay arena o cada vez que hay una hoja en blanco.
Finalmente… pienso que si has llegado hasta el final de este ensayo, habré logrado cuajar una buena obra en donde coincide mi forma de hilar las palabras, tu disposición por leerme y que nos hayamos sublimado juntos al haberte compartido mi sentir a través de las palabras.
¡¡ Y Olé !!
Lista de vínculos a las imágenes:
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http://www.lamexico.com/Paginas/Cartel_3.php
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205 comentarios:
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Estimado Genaro,
Usted está publicandi en su blog una imagen tomada de mi propia página Web,lrotegida por mi copyright: la ilustración del encabezado, referida a unos diseños de mi autoria, denominados Olé Torero. También publica en el propio blog, la dirección para que descargar esa imagen. Le solicito que borre la imagen y la direccipin akudidas, para preservar mis derechios. Atte. Víctor García, diselador gráfico.
Genaro Becerra,
hace dos semanas –el 4 de diciembre, vea la nota anterior en esta misma columna– le reclamé porque usted está publicandi en su blog una imagen tomada de mi propia página Web, protegida por mi copyright y sin mi autorización: la ilustración del encabezado de su artículo, referida a unos diseños de mi autoria, denominados Olé Torero. También publica en el propio blog, la dirección para descargar esa imagen.
La situación no se ha modificado, de modo que le reitero mi reclamo de que borre la imagen y el vínculo electrónico aludidas, para cesar de vulnerar mis derechos. Atte. Víctor García, diseñador gráfico, Buenos Aires.
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